Raquel Dávila es una de esas personas que dejaron atrás la gran colmena urbana de la capital, el zumbido de los coches, las sirenas o el metro por otro tipo de vida en la montaña, al aire libre, lejos del tráfico masivo donde se permite cada día escuchar el rumor del agua, el viento y el de su propia colmena de abejas, que le llenan el alma y la despensa de miel, propóleos, y toda clase de productos derivados de la apicultura.
Todo empezó hace muchos años, cuando...
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