Boisán, cuna de los primeros padres tilenenses.
Si repasamos un poco la historia, no hay duda de la antigüedad de los pueblos que salpican las faldas de la Sierra del Teleno. Desde la prehistoria, se han sucedido los asentamientos humanos como atestiguan los hallazgos, tanto de excepcionales petroglifos, como de restos arqueológicos de las tribus pertenecientes a la “Cultura Castreña del Noroeste” y, uno de esos primeros castros, estuvo en las inmediaciones de Boisán, el de “Las Torrecillas” catalogado en la II Edad del Hierro.
Corriendo el tiempo, de la febril actividad aurífera de los romanos en estas tierras, durante el “alto Imperio”, surgieron nuevas localidades para asentar a la población trabajadora de las numerosas explotaciones abiertas y, entre ellas, también se fundaron las precursoras de la actual Boisán, “La Corona” y “El Canalón”. Sin embargo, esos emplazamientos originarios no perduraron al tratarse de lugares escarpados, no muy propicios para habitar; aunque, no muy lejos de ellos, en el interfluvio formado por el Río Duerna y su afluente, el Arroyo de la Devesa, a una altitud de 1.050 metros, sí que los primeros moradores encontraron el lugar ideal para crear un buen pueblo, sin alejarse del influjo del mítico monte en el que habitaba Mars Tilenus, bajo su sobra y amparo, a la merced de sus dones y resignados al capricho de sus inclemencias.
La existencia fehaciente del actual núcleo se remonta, al año 908, cuando aparece nombrado como “Buisane” en un documento de la época conservado. Ya en el siglo XII (Año 1150), se conoce al lugar como “Buisam” y, como atestigua también la talla románica de San Blas que aún se conserva en la Iglesia Parroquial, en este momento, el pueblo estaba consolidado como tal. En 1631, en el Censo de la Sal de Felipe IV, aparece documentado que, en “Buisan”, residen 17 vecinos (40 personas) y así seguimos constatando que en el Catastro de Ensenada (1753) se contabilizaban 40 vecinos y en 1845 en el Diccionario de Pascual Madoz, en “Boisán”, se registran 40 vecinos y 190 almas… el máximo de habitantes se produjo en la primera mitad del siglo XX; pero, la total desaparición de la arriería y el inicio de la emigración hacia las ciudades dio comienzo al declive. A partir de este momento la población fue menguando hasta llegar a los 45 habitantes actuales… Bueno, durante el invierno, porque en los veranos regresan a “cargar pilas” sus emigrados y descendientes, llenando de vida y de actividad el lugar.
Con muchos siglos de historia y, a pesar de todo, hoy, sigue mostrando su belleza, Boisán. Y durante este transcurso de tiempo no faltaron vecinos ilustres y acomodados que dejaron su impronta en las edificaciones que salpican las calles como es el caso del negociante y terrateniente, Don Francisco Martínez Martínez, conocido por el apodo de “Cuarentavacas”, emparentado directamente con el famoso Maragato Cordero de Santiago Millas y otros linajes arrieros potentados. No es extraño, pues, que existan admirables ejemplos de “casas arrieras” salpicando las calles y hasta una inusitada capilla digna de haber estado adosada a un palacio renacentista… Uniendo entorno natural privilegiado, historia, arquitectura, etnografía y tradiciones (algunas tan curiosas como la del prado de Valdemedián, donde, bajo una gran losa, cuentan que apareció una representación de un carro tirado con bueyes hecha de oro macizo o la singularidad de tener una calle dedicada a una tal María Zapata, que ¿podría ser la hija del revolucionario mejicano Emiliano Zapata que gritó "La tierra para el que la trabaja"?... quién sabe…), Es merecido, pues, que, Boisán, sea mencionado por Concha Espina en su libro La Esfinge Maragata, pasando así a formar parte también de la Literatura Española, por primera vez; ya que, con nombre figurado es protagonista de otra gran obra contemporánea “El tiempo de las lluvias” que, de paso, recomendamos leer.
En cuanto a arte sacro, merece la pena admirar su templo parroquial, dedicado a San Juan. El edificio cuenta con una estructura en tres naves culminada por una llamativa bóveda de crucería y una cabecera datada en el siglo XVI. Pero lo que más destaca son las arquerías, torre y escalera en las que, a finales del siglo XVII, intervino el insigne maestro Manuel de la Lastra que trabajaba también en la Catedral de Astorga. El retablo de la capilla mayor es barroco. Conserva otros dos retablos relevantes, colocados en la cabecera de cada nave, dedicados uno a la Virgen del Rosario y otro a San José.
Merece la pena visitar Boisán en sus festividades (San Juan y San Juanico en el mes de Junio), en las que no faltan los bailes maragatos, o en ocasiones tan mágicas como la Noche de San Juan en la que aún se hacen buenas “lumbres” a la puerta de la Iglesia. Estas y otras muchas tradiciones, han sido rescatadas y mantenidas por la Asociación Amigos de Boisán, entre cuyos miembros se cuenta una escritora tan destacada como es María Fernanda Santiago Bolaños, que, como se mencionó, ha elevado a la categoría de obra maestra la vida y costumbres locales.
Y, por si fuera poco, también se puede visitar el taller artesanal donde, María José Requejo y Agustín Fernández, desarrollan profesionalmente su trabajo y se pueden adquirir piezas únicas. Hay que señalar que María José Requejo, además de tener amplia formación académica en múltiples facetas del arte, está reconocida por sus trabajos como una de las mejores ceramistas de Castilla y León y participa en las principales ferias y exhibiciones de toda España Su obra con sello inconfundible, siempre en evolución, puede calificarse de escultórica. Y, si una artista de su talla eligió Boisán para vivir y desarrollarse profesionalmente, algún atractivo especial seguirá conservando este pueblo desde que, en los albores de la humanidad, fuera fundado.
Con este curriculum,… ¿a ver quién niega que Boisán es uno de los pueblos Tilenenses más Bonitos en 2022, antes y después? … Pues, eso, votadle.