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#Santibáñez de la Isla

Santibáñez de la Isla, pueblo que amanece y atardece mirando al Teleno

Santibáñez de la Isla es un pueblo enclavado en el centro del «triángulo verde», casi equilátero, que forman las localidades de La Bañeza, Astorga y Hospital de Órbigo. Un punto central en ese triángulo, pero con poca visibilidad fuera del territorio descrito. Parece como que hubiese alguna regla misteriosa relacionada con la desaparición u ocultación del área interior de los triángulos; pues así le viene sucediendo al de las Bermudas o a este del Tuerto/Órbigo.

 

Las dos ciudades citadas y la villa de Hospital poseen, y han poseído desde tiempos prehistóricos, excelentes líneas de comunicación, pero los pueblos establecidos dentro del triángulo, que son muchos y con gran actividad, es hoy el día en el que siguen teniendo carreteras subsaharianas; y no será por el coste, pues es zona de absoluta llanura, exenta de tropiezo rocoso alguno, y en la que el mayor desnivel que en ella puede encontrarse es de dos metros, justamente el terraplén que, próximo al cauce de la Huerga Torina, divide la vega del Tuerto de la ribera del Órbigo.

Si a esta invisibilidad, propia de quienes no están en los grandes caminos del mercado ni de la Historia, unimos el apellido de «de la Isla», hidrónimo ligado a las monstruosas riadas que en el pasado provocaba el río Tuerto, que parte al pueblo en dos barrios diferenciados, llamados de Palacios y de Villazala, en función del señorío al que pertenecieron en el Antiguo Régimen, alguien llevado por la evocación sonora podría imaginar que estamos ante un lugar recóndito, casi exótico, algún santuario del atraso y de la siempre vituperada España profunda. Pero nada más lejos de la realidad.

Santibáííez de la Isla es un pequeíio, recoleto y acogedor pueblo de vega, de excelente vega, con poco más de cuatrocientas hectáreas de término; eso sí, todas ellas cien por cien regadío; completaron el riego tradicional de norias y sangrado del río las aguas que aquí llegaron en el aito 1947 procedentes del pantano de Villameca y, más tarde, sobre 1959, de Los Barrios de Luna. Antes de los pantanos y de la concentración parcelaria, que se desarrolló entre los anos 1966-1968, siendo este un pueblo de vega, el paisaje agrario era muy otro.

Las estadísticas de población nos indican cómo ha evolucionado la población desde mediados del siglo XIX, cuando contaba con 323 habitantes. Fue creciendo hasta su álgido demográfico en 1960, alcanzando los 504 habitantes. Desde entonces, decrece. Y lo hace alarmantemente desde 1979, cuando el censo municipal registra, por primera vez, más fallecimientos que alumbramientos. Actualmente, estamos acercándonos a ese lamentable y desastroso escenario que llaman “desierto demográfico”, que llegará aquí, si no conseguimos remediarlo —y en ello deberíamos gastar la mayor parte de los esfuerzos y dineros-, un poco más allá del ano 2040, que no está tan lejos. Si no se consigue atajar por cualquier medio endógeno o exógeno el principal problema que padecemos, el escenario para final del siglo XXI es patético y no habrá quién entierre al último poblador.

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