Murias de Murias de Rechivaldo, la historia de un pueblo con mucha historia.
A la localidad de maragata de Murias de Rechivaldo que dista tan sólo 3,5 Km. de Astorga se llega por la comarcal LE-146 que comunica con Ponferrada por el Puerto de Foncebadón, ruta histórica de la arriería. Este pequeño pueblo de singular nombre, situado en la vega del Río Jerga, es el segundo que jalona la etapa Astorga–Rabanal del “Camino Francés”, la que lleva el número 25 de la Ruta desde Roncesvalles. Sus calles guardan siglos de memoria jacobea, han visto pasar gentes de todo el mundo y, eso, ha dejado huella.
La Toponimia no es muy precisa a la hora de desvelar de dónde proviene su denominación y, por tanto, no permite precisar el origen del pueblo. Sin embargo, las hipótesis más acertadas sostienen que “murias” alude a restos de construcciones derruidas, o montones de cantos que se colocan para delimitar los terrenos; aunque, en este caso, esas “murias” serían las acumulaciones de cantos rodados que quedaron tras las labores extractivas auríferas romanas, llevadas a cabo de forma exhaustiva por todo el territorio, durante los primeros siglos de nuestra era, y que siguen visibles en el paisaje.
En cuanto a su “apellido”, no hay duda de que alude a un poseedor, es un “antropónimo”; pero, poco más se puede conjeturar formalmente. No obstante, cuenta la leyenda local que, Rechivaldo, fue un caballero visigodo que llegó a estas tierras huyendo del avance musulmán y de las guerras fratricidas por la ocupación del trono. Aquí, entró al servicio de otro caballero y le sirvió tan bien y tan fielmente que, éste, le concedió la mano de su única hija y, por tanto, se convirtió en el heredero de su hacienda.
A pesar de que Rechivaldo creyó que en este era un lugar seguro, pronto tuvo que reconocer que también existían serias amenazas al ser la puerta hacia el Noroeste y, si los musulmanes conquistaban estas tierras, se harían con toda la Península. Por eso, cuando Don Pelayo decidió reunir a otros caballeros y lanzar una ofensiva contra los sarracenos, Rechivaldo, se presentó ante él para ofrecer sus servicios y Don Pelayo, conocedor de sus virtudes, no dudó en acogerle entre sus filas. Fue tanta la bravura y coraje con los que defendió su heredad que pasó a conocerse como “las tierras de Rechivaldo” y a convertirse en una referencia geográfica; ya que el espacio se medía “desde o hasta” los límites de los dominios de Rechivaldo.
Desde un punto de vista más real, es de suponer que el núcleo de población se consolidó en época medieval, a partir del siglo IX, cuando el Conde Gatón repobló Astorga y tierras aledañas, tras la conquista del territorio al Islam por el Rey Ordoño I. Sin embargo, no aparece recogido documentalmente hasta el Siglo XIV como parte del feudo del marquesado de Astorga. Eso sí, a partir del siglo XVII en censos, registros, legajos, catastros,… que se refieran por cualquier razón al oficio trajinero no falta una cita a Murias de Rechivaldo como cuna de acaudalados arrieros. Del núcleo primigenio, apenas quedan algunas edificaciones y el templo parroquial; ya que, el 11 de Septiembre de 1846, una catastrófica crecida del Río Jerga, asoló buena parte del caserío más próximo a sus márgenes y la reconstrucción posterior se llevó a cabo en terrenos más seguros, fuera de la zona de influencia de avenidas y franqueando el trazado del Camino.
Sea como fuere, lo que sí es cierto es que Murias de Rechivaldo hunde sus raíces en un pasado remoto, tal vez milenario; y, la larga historia que tiene a sus espaldas, ha imprimido un sello especial en el paisaje y las fisonomía de la localidad que vamos a pregonar para que todo el mundo reconozca sus méritos para entrar a formar parte de los 10 Pueblos Tilenenses más Bonitos 2022.
Murias de Rechivaldo, posee una iglesia que es un magnífico ejemplo de la tipología constructiva de la comarca Maragata: de planta “salón (una sola nave), con espadaña de dos cuerpos y hueco para tres campanas, cabecera cuadrada y pórtico precedido por un crucero, dedicada a San Esteban datada entre los siglos XVI y XVIII.
La capilla mayor, responde tipológicamente al siglo XVI (fue contratada el 20 de agosto de 1582 a los canteros Domingo de Salas y Pedro de Cotorrio). Fue reformada en el año 1729 al tiempo que se añadía una sacristía, según consta en una inscripción que aún se conserva, lo cual costó 356 Reales y 10 Maravedíes. El resto del cuerpo debió construirse a principios del siglo XVII, como se deduce del estilo de la entrada principal, enmarcada por un arco de medio punto, bien trabajado y elegantemente moldurado, sobre el que hay una pequeña hornacina que cobija una imagen de la Virgen del Pilar. No obstante, las trazas actuales responden a una reconstrucción, desde los cimientos, hecha en el año 1747 por el maestro Andrés Domínguez Fierro, vecino de Astorga; momento en el que se aprovechó para trasladar el arco de acceso vara y media más abajo. Por último, la torre, se hizo entre los años 1738 y 1739, siendo el maestro arquitecto vecino de Astorga Bartolomé de la Gandara.
Aunque exteriormente parezca sobria, tras acceder a su interior, nos encontramos como una destacada obra de arte. Merecen especial mención sus cubiertas: la capilla mayor culmina en una elegante bóveda de crucería, que denota pervivencias góticas, y la nave con bóvedas de artista. En el siglo XVIII (año 1748), José de la Rosa, maestro de albañilería, vecino de Astorga hizo las bóvedas de la Iglesia, las dos primeras con adornos de “tarrajería” (yeso) tan típicos en la arquitectura barroca de la comarca. Llama la atención que sólo dos de los tramos, los más cercanos al presbiterio, están decorados y es que el maestro, como recoge el libro de fábrica, falleció al tiempo de estar haciéndose la obra “por cuya razón faltó echar la tarrajeria a la última bóveda”.
En cuanto a bienes inmuebles, la Iglesia de San Esteban, hoy, luce un retablo mayor de estilo neoclásico con adornos rococó (hecho en 1780), estructurado en dos cuerpos y ático y tres calles con hornacinas para las imágenes de En este retablo se veneran las siguientes Imágenes de San Esteban, patrono del pueblo (fines del Siglo XVII o principios del XVIII), Santa Barbara y Santa Águeda (ambas del Siglo XVIII), San Juan Bautista (siglo XVII), San Blas, (1780), en el ático del Retablo hay una pintura al óleo de la Dolorosa (finales del Siglo XVII) y un relieve de la Santísima Trinidad.
En los retablos menores:
• Nuestra Señora del Rosario:
De un cuerpo con hornacina grande, pequeño banco y ático. Columnas estriadas con angelotes y rocalla superpuestos (Siglo XVIII), encontramos las imágenes del Cordero pascual en relieve (en el Sagrario), la de Nuestra Señora del Rosario, de pie con el niño en brazos (Siglo XVII) y San José, de estilo barroco (Siglo XVIII)
• El Crucificado
De estilo Barroco, con columnas Salomónicas. El fondo de la caja está pintado con Ángeles decorativos.
Tiene un cuerpo y un elegante remate con los símbolos de la Pasión y cartela que dice: año de 1733. hizieron y doraron este retablo Andres Martinez y su muger Juana Roldan. Forman su banco unas gradas policromadas en las que se representa una calavera y se recogen las palabras de la consagración.
La talla de mayor interés es el Crucificado, de estilo Barroco (Siglo XVII).
• San Antonio de Padua
De dimensiones pequeñas., estructurado en un cuerpo y ático, columnas con adornos rococós. Se hizo en 1763 y se doró en 1765. Su principal imagenería son las de San Antonio de Padua (principios del Siglo XVIII)y la de San Miguel, muy delicada y elegante (Barroca del Siglo XVIII).
• La Concepción
Se hizo en 1781, al estilo Rococó. Sus tallas son la Inmaculada, copia popular de la talla de Gregorio Fernández de la Catedral de Astorga (albores del siglo XVIII), cuya policromía del rostro fue renovada, en 1751 por Simón de la Portilla, y San Roque, de factura popular (Siglo XVIII).
En la actualidad, este pueblo maragato y jacobeo por los cuatro costados, pertenece al Ayuntamiento de Astorga, aunque, hasta 1971 formó parte del de Castrillo de los Polvazares. Tiene 112 personas empadronadas, según los datos del censo de 2022.
Murias celebra varias fiestas a lo largo del año, primera en el calendario es la fiesta de la Cofradía de Santa Águeda se celebra el domingo siguiente al día 5 de febrero, le sigue la principal, la Fiesta Parroquial, el segundo domingo después del Corpus. Entre el 15 y el 18 de agosto se festejan a Nuestra Señora y San Roque y el 26 de Diciembre a su Patrón, San Esteban.
Una de las tradiciones más particulares es la “comida del carnero” coincidiendo con San Roque (16 de agosto). Según consta en los archivos concejiles, la primera referencia escrita a esta fiesta es del año 1874 y desde aquel momento, poco ha cambiado. Ese día, se reúnen todos los hombres del pueblo a comer un cordero que ellos mismos guisan. El animal, se sacrificaba el día antes y se despieza al siguiente por la mañana temprano para después cumplir con un contundente desayuno compuesto de tortillas y “la parva” que no es otra cosa que pastas y aguardiente, lo que da suficiente energía para echar unas cuantas partidas de bolos maragatos, mientras se cocina la carne.
Pero, también durante los meses de otoño e invierno hay actividades: proyección de películas y otros eventos lúdicos e incluso didácticos como talleres de artesanía para confección de marionetas, sin duda, uno de los atractivos más singulares de la localidad.
Es un lugar perfecto para una escapada rural de fin de semana o incluso para pasar el día, pues disponen de un área de recreo en la que los más pequeños pueden distraerse y, además, se pueden realizar parrilladas. Es un perfecto punto de reunión y convivencia, sobre todo en las noches de verano. También se puede disfrutar admirando las genuinas casas arrieras que salpican sus calles y dar un paseo urbano hasta el crucero de madera que marca el final del pueblo o hasta el antiguo molino que se encuentra rodeado por una hermosa sauceda.
Junto al río Jerga, que bordea el pueblo, hay varias rutas que pueden seguirse en moto, bicicleta o a pie. Y si llega la hora de la comida, no hay nada mejor que los restaurantes donde degustar el típico cocido maragato, así como otras delicias de la tierra.
Existen varios establecimientos hosteleros: 3 albergues, 2 bares, 2 restaurantes, 2 casas rurales y hasta un taller artesanal de marionetas donde se puede admirar su proceso de creación.
No queda duda, Murias de Rechivaldo es uno de los Pueblos Tilenenses más Bonitos y singulares, que recibe siempre a sus visitantes con los brazos abiertos y la hospitalidad que caracteriza a los Lugares del Camino.