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Tradiciones: Los Mayos

  • Ana Fe Astorga González
  • 6 jun
  • 6 Min. de lectura

En este breve espacio, queremos invitar a los Tilenenses —de cuna, de morada y de corazón-; así como a quienes transitan estas tierras con curiosidad o embeleso..., no solo a conocer, sino a detenerse y reflexionar sobre aquello que nos conecta profundamente con nuestra historia, con nuestras raíces y con nuestro terruño: los cultos que, desde tiempos inmemoriales, se han oficiado en los rincones más genuinos de nuestra geografía rural.



Montañas del Teleno es un territorio rico en tradiciones, con más de 2.100 kilómetros de extensión, donde la historia no solo se ha escrito en los libros, sino también ha quedado indeleble en las costumbres y los modos de vida de cada una de nuestras tres comarcas (Cabrera, Maragatería y Las Vegas), de cada uno de los valles que forman sus ríos, de cada uno de los 144 pueblos arrellanados en las faldas y estribaciones de la Sierra del Teleno. En muchos de estos actos, la naturaleza es la gran protagonista, y a través de ella, nuestros antepasados nos dejaron un legado cultural que sigue vivo hoy en día.


La naturaleza como fuente de existencia y sabiduría


Las antiguas celebraciones en nuestros pueblos siguen marcando el pulso de las estaciones y son el mejor testimonio de una relación profunda y simbiótica con el entorno.

Y es que, la naturaleza, siempre ha estado presente como protagonista de la cotidianidad rural. En un tiempo en que los seres humanos dependían totalmente del ciclo agrícola, el respeto por el medio natural y sus ritmos era no solo necesario, sino sagrado; porque ya se era consciente de que se trataba de procesos interconectados reguladores del equilibrio de los ecosistemas y garantes de la perpetuación de la existencia.


El sustento de las comunidades dependía de ella y esto conlleva que los cambios estacionales -por lo que significan en relación con la abundancia o escasez de alimentos- sean, aún hoy, motivo de festejo, ya sea por agradecimiento o por súplica; y aunque, en unos casos hayan sido sacralizados, en otros, guardan su primitiva identidad, pero compartiendo en ambos casos un mismo origen: el vínculo con la Madre Gea.


Las Celebraciones de la Primavera perduran como recordatorio de la conexión entre el trabajo agrícola y el culto a la naturaleza. En estos días, las cruces decoradas, los ramos cantados, las procesiones, las “flores a María”, las “recitaciones”, las bendiciones de los sembrados, las rogativas o las danzas folclóricas, representan no solo la devoción religiosa o un mero acto lúdico, sino también un agradecimiento velado al renacer y una apelación a la fertilidad y la abundancia.


Los Mayos


Sin duda, una de las reminiscencias más singulares dentro de estas representaciones es "plantar el mayo". Una ceremonia de origen atávico, llena de simbolismo; un ritual que, todavía, se repite la noche del 30 de abril al 1 de mayo, y que supone que, en torno a ese pino, álamo, chopo…, con ramas o podado, desnudo o engalanado, cada año se renuevan, consolidan y acrecientan los lazos comunales tanto entre los vecinos como, de forma más o menos consciente, los que existen entre ellos y la naturaleza.


El mayo es una fiesta donde se reverencia a la primavera. Las propias canciones populares señalan el papel destacado de esta estación que manifiesta el renacimiento tanto de la naturaleza como de la actividad humana después de la muerte invernal. No sólo es el esplendor de los campos, también es la época de las enramadas amorosas, de las rondas. Hechos que van unidos a la fecundidad tanto de la tierra como de los hombres. Esta realidad que, a los urbanos les pasa casi desapercibida, ha sido algo vital en nuestras comunidades rurales.


Rito con raíces milenarias


Mientras unos remontan sus inicios al Neolítico, otros los atribuyen a la antigua civilización fenicia, o a los griegos, que exaltaban la primavera con rituales a la divinidad primaveral (Mito de Perséfone). Las civilizaciones prerromanas posteriores, la asimilaron y lo mismo hicieron los romanos, con adoración a numerosos dioses (Festival de Floralia, dedicadas a la diosa Flora, que se realizaban en el mes de mayo para conmemorar el retorno de la lozanía y el esplendor de la naturaleza. Se caracterizaban por bailes, música y el uso abundante de ornatos vegetales en los templos y calles). No es extraño, pues, que, como herencia de Roma, se confirme su celebración en todas las regiones de la Península Ibérica.


Dado el origen pagano del “mayo”, la Iglesia intentó suprimirlo, pero, allá donde tenía más arraigo, se vio obligada a cristianizarlo a través de festividades como la Cruz de Mayo, la Santa Cruz, la Santa Vera Cruz, el Cristo de la Vera Cruz, Ecce Homo (Destriana de la Valduerna, Astorga, La Bañeza, Villalís de la Valduerna, Quintanilla de Somoza, Villalibre de Somoza, Pozos de Cabrera,…) o San Gregorio (Valdespino de Somoza, Riego de la Vega).

Con la llegada de la Democracia, los pueblos tilenenses han ido recuperando gradualmente el rito ancestral, hoy integrado en un paisaje festivo en el que conviven armónicamente la costumbre pagana y devoción cristiana.


El árbol como principal protagonista de la naturaleza, sirve de tótem por excelencia para los diversos ritos que se relacionan con ella.


El mayo es un tronco que, por costumbre, “los quintos, alzaban en la plaza del pueblo o en algún espacio público amplio y, en torno a él, concurrían todos los mozos y mozas a divertirse con bailes, cantos y festejos. En algunos lugares, los jóvenes competían por trepar por el tronco hasta la cumbre para alcanzar una bandera, un ramo de flores, una cinta,…, con recompensa, monetaria o en especie, para los ganadores.


Pero, como todo, la costumbre ha evolucionado y, a lo que antaño sólo era un largo palo adornado en la cima, se le añadió un espantajo o pelele colgado, a veces, con vestimenta de hombre, otras de mujer. Pero, aún más, en algunos pueblos tilenenses, la “tradición renovada de los mayos”, se ha convertido en arte: elaboradas figuras cobran vida sobre un soporte o armazón de tablas. Sobre esta tarima elevada alrededor de los dos metros sobre el suelo, se coloca el mayo propiamente dicho que constará de uno, dos y hasta tres figuras que representan una acción, actividad, oficio o personajes relevantes tanto de la comunidad local como de la esfera social.


Uno de los más destacados ejemplos son los “Mayos Jiminiegos”, con más de 40 años de solera; pues fue en 1984-85 cuando los pioneros vecinos del barrio La Ermita pusieron su primer Mayo: “La Novia”, a la que sucedió al año siguiente “Lola Flores”.


Y no sólo hay arte en las composiciones esculturales, cuidadas hasta el más mínimo detalle, sino que todo el conjunto se completa con un cartelón con una leyenda alusiva a la escena; verdaderas composiciones literarias, llenas de ingenio, cuya rima crea un efecto de armonía y musicalidad, describiendo la escena que contemplamos.


Un viaje al alma del Folclore Tilenense


Los Mayos Tilenenses son mucho más que una simple costumbre; son un vínculo directo con los rituales que ya los primeros pobladores del territorio practicaban. Son una ventana a la historia, a liturgias ancestrales que han perdurado durante siglos, transmitidos de generación en generación, casi como un susurro del pasado que sigue vivo en cada rincón de estas comarcas leonesas. Al plantar los mayos, la naturaleza y las estaciones se entrelazan con la sabiduría de los antepasados, creando una celebración profundamente arraigada en nuestra identidad. Los Mayos son una ceremonia cargada de simbolismos que evocan la plenitud de la estación, la fertilidad y la protección de lo sagrado.


Cada 30 de abril, más pueblos tilenenses reviven este ritual, en el que la regeneración, la fertilidad y la protección de los seres queridos son los verdaderos protagonistas. Colocar los mayos -esos árboles adornados con flores y cintas o paisanos y escenas corrientes- es un acto público simbólico que conecta a los individuos con su entorno y con sus orígenes, manteniendo viva una cultura única, recuperada hace ya más de 40 años. No son solo adornos, sino amuletos que protegen a las casas y a las gentes y sus animales de las fuerzas invisibles del mundo, como lo hacían las antiguas comunidades castreñas. En estos actos, se conjuga el respeto a la tierra, la invocación de los espíritus de los árboles y las antiguas creencias en las energías cósmicas que fluyen entre el cielo y el suelo.

 

Este es un momento para reconectar con lo primigenio, con el respeto a las fuerzas de la naturaleza y captar el hechizo que se oculta en los elementos que nos rodean, hasta en los más simples. La mitología tilenense, llena de animales misteriosos, hombre y mujeres mágicos, parajes encantados, dioses que viven en nuestro Monte Sagrado -el Teleno- y los ecos de los antiguos habitantes, castreños, romanos, musulmanes, repobladores, eremitas, peregrinos, arrieros, …, aún resuenan por todos los rincones de estas comarcas, donde cada tradición es un acto de resistencia ante el olvido del pasado.


Aprovecha el mes de mayo para visitar Montañas del Teleno y sumergirte en un viaje a los orígenes de la cultura popular, donde lo sagrado y lo mundano se fusionan, donde el hombre y la naturaleza dialogan a través de ritos antiguos perpetuados, celebrando la renovación, la protección y la magia del universo. No pierdas la oportunidad de ser parte de esta experiencia única, que te conectará con los ecos de un tiempo antiguo, misterioso y lleno de sabiduría.


Descubre el verdadero significado de estos antiguos rituales y otros que tan celosamente conservan sus gentes… No te pierdas el siguiente capítulo: Los Ramos.




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