Los mayos son una tradición ancestral que, con mayor o menor fortuna, se ha mantenido en algunas comarcas leonesas con distintas manifestaciones.
Lo más extendido fue, hasta hace algunos lustros, “pinar el mayo” el primer día de este mes, es decir, levantar en el pueblo un árbol, tan alto como fuera posible, al que solo se dejaban unas ramas en el extremo superior. Una vez pinado, los mozos empezaban una ronda que no pocas veces concluía al amanecer.
En ocasiones, colgando del mayo se disponían muñecos o peleles de trapo y rellenos de paja, los mayos o las mayas, según representaran a hombres o mujeres, que representaban el ahorcamiento del invierno y la llegada de la primavera.
No se conoce con precisión el origen de esta tradición. Para algunos autores rememoraría cultos neolíticos de veneración a los espíritus de los árboles o de los bosques, que renacen cada primavera. Para otros, se vincularía con una tradición de origen romano, que también celebraría el renacer de la vida tras el invierno.
Aunque pinar el mayo era frecuente en comarcas como La Cabrera, en el entorno de La Bañeza y en diferentes pueblos maragatos como Lucillo o Castrillo de los Polvazares, la falta de mozos hace cada vez más complicado mantener esta tradición.
En la actualidad se mantienen los mayos, con notables variaciones, en la ribera del Jamuz. Localidades como Jiménez, Santa Elena o Villanueva, entre otras, levantan cada año además del árbol, unos mayos algo especiales, los mayos artísticos, ya que se trata de esculturas de barro que representan diversos oficios y actividades cotidianas de la vida rural. Cada barrio prepara el suyo y compiten en ingenio y habilidad con los restantes.
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