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#Valdespino de Somoza

Valdespino de Somoza. La esencia de lo Maragato.


Valdespino, de Somoza, no nos olvidemos del apellido que le ha dado el estar emplazado bajo la sombra del mítico Monte Teleno, es un pueblo “bonito, bonito y con fundamento”, que rezuma arriería por los cuatro costados o, mejor dicho, por los cuatro barrios que lo forman: el de Arriba, el de Abajo, el del Monte y el de Olleros. Este pueblo situado en pleno corazón de la baja Maragatería sigue siendo reflejo de la importancia histórico-cultural que en el pasado tuvo esta comarca y un ejemplo de lucha por sobrevivir al “mal de moda”, la despoblación.


Pero, empecemos por el principio; hablemos del entorno que lo envuelve. El casco urbano está enmarcado entre campos de labor, praderas, monte bajo, rodales mixtos de “sardón” y “carbaya” o, lo que es lo mismo, de encina y roble, y también, ganando terreno a los eriales, se están extendiendo los pinares de repoblación. Así dicho, parece que el paisaje se pinta enteramente, en tonos pardos, ocres o cetrinos; pero, nada más lejos de la realidad; ya que, en los fondos de valle por los que discurre una trama de arroyos como el de Valdespino, el de Valdelaperal, el de Canales,…, en las inmediaciones de las fuentes o de las lagunas que se forman en épocas de lluvia, los chopos, paleras, salgueras y otras especies más amigas de la humedad, rompen la monotonía con una explosión de colores cambiantes cada estación.


Por su parte, la arquitectura de Valdespino, tanto en conjunto como edificio a edificio, es un “Museo Vivo”; sirva de ejemplo, los ampulosos arcos de sillares labrados que dan paso a la mayoría de las edificaciones que se alinean, curiosamente, en la calle llamada “Puertas Grandes”, asemejando esta simple calle rural a una avenida flanqueada de mansiones propia de los barrios más elegantes de alguna capital.


De puertas afuera, pero también de puertas adentro, las casas arrieras, que en un buen número se conservan sin más variaciones que las propias de adaptarlas a una mayor comodidad, son el testigo de la relevancia económica que ostentaron durante generaciones los vecinos de este pueblo ejerciendo la trajinería arriera, hasta que los avances en los transportes terrestres hicieron que, poco a poco, las reatas de mulos y las carretas de Valdespino dejaran de circular por las principales rutas comerciales llevando y trayendo mercancías. Estas viviendas siguen exhibiendo curiosas señas de identidad como las chimeneas que tienen su reflejo interior en ciclópeas campanas sobre los hogares, los corredores que recogen el calor del sol para el interior de las alcobas, elegantemente torneados en maderas nobles para resistir los rigores del clima; el empedrado tradicional en los portales, una verdadera alfombra de cantos rodados que recibe a quien traspasa el umbral de las inmensas puertas carretales remachadas con trabajados herrajes que lucen variadas y caprichosas formas,... por no mencionar el añejo mobiliario que dentro de ellas se mantiene como “oro en paño” por el profundo respeto que el maragato tiene a la herencia de sus antepasados (arcas, aparadores, escaños, espeteras, mesas,…)


Así dicho, parece que el semblante de Valdespino es sólo piedra sobre piedra coronada de teja, vaya, lo que se dice un secarral; sin embargo, no hay casa maragata que se precie que no tenga un huerto o huerta (dependiendo del tamaño) en el que plantar las hortalizas, los frutales (manzanos y perales, sobre todo; porque como dicen los sabios mayores, “los de hueso no se dan bien”)… y algunos ejemplares de moral que bien merecen el nombre de “moralones”, lo que salpica de color cada rincón de este pueblo, rompiendo de forma equilibrada su aparente uniformidad. Lástima que la “grafiosis” se haya llevado por delante a los veteranos negrillos que se asomaban tras las tapias a muchas de las calles, y ya sólo algunos rebrotes se recorten tímidamente en el horizonte. Pero, si de vegetación se habla, no podemos olvidar al viejo álamo al que los vecinos tienen especial cariño pues, desde hace muchos, muchos años preside la plazoleta entre las antiguas escuelas (edificio elegante que luce una torre para el reloj con tintes de Tour Eiffel) y el salón (el Teleclub de toda la vida), que ha visto jugar a tantas generaciones de niños, bailar muchas jotas a la mocedad (y no tan mozos) y oído las animadas charlas de incontables corrillos bajo sus ramas.


Pero, aún hay más, Valdespino de Somoza tiene un increíble patrimonio artístico. Comenzando por la Iglesia Parroquial, bajo la advocación de Santa María Magdalena de finales del siglo XVI. En su interior se pueden admirar obras de gran valor como el espléndido retablo mayor (la leyenda dice que estaba destinado a la Catedral de Astorga; pero, como no cabía en su lugar, los arrieros del pueblo, lo compraron y lo trajeron para su iglesia) y los cuatro laterales, todos de estilo barroco; la imagen de Nuestra Señora del Rosario (mediados s. XIV) también llamada antiguamente Nuestra Señora de la Somoza; la talla de La Magdalena, del siglo XVI, con cierta influencia flamenca que se cree posible que pertenezca al maestro Esteban o su entorno. Varias pinturas y objetos de orfebrería para el culto religioso completan el catálogo de este templo. No le va a la zaga la Ermita de Nuestra Señora de las Nieves que se construyó en 1590, con el mecenazgo de los vecinos del pueblo Juan San Martín y su mujer Inés Alonso, según consta en una lápida de su altar mayor. La imagen de Nuestra señora de las Nieves data de finales del siglo XVI, de estilo manierista, muy destacable.

Pero, lo más curioso de esta capilla es que su interior está decorado con cuadros de distintas advocaciones marianas veneradas en aquellos lugares por donde pasaban los arrieros comerciando como son la Virgen de Pastoriza de Arteixo o la de los Dolores de A Coruña. No menos particular es la forma con la que se mostraba antaño la devoción a la Virgen de Las Nieves; pues se expresaba con ofrendas de grano, que se guardaba en “la panera” y, en caso de que llegada la siembra no hubiese suficiente, la Virgen “lo prestaba” a los vecinos hasta que ellos pudieran devolvérselo. También tiene su encanto la pequeña capilla del Bendito Cristo que, además de como lugar de devoción, su atrio ejerce de punto de reunión diaria a los vecinos.


No se puede dejar de mencionar el extraordinario crucero barroco, hecho con granito labrado, que marca el centro de una encrucijada del barrio de Abajo. Es uno de los ejemplos más destacables de este tipo de elementos de toda la comarca maragata.


Pero no sólo hay arte y arquitectura en Valdespino de Somoza. La casi centenaria fragua y el “gimnasio ecológico”, atraen cada año a cientos de visitantes. La primera, por seguir en activo, sin descanso desde los años 40 del siglo pasado, dando origen a navajas, cuchillos, llamadores, clavos,… forjados con el mismo mimo que antaño y, el segundo, de libre disposición, por estar íntegramente fabricado con materiales reciclados de la naturaleza pero con plena rendimiento hasta para los deportistas más exigentes.


Si se quiere fiesta, también hay oportunidad de disfrutar de ello como uno más de sus vecinos; porque, si algo es verdaderamente valioso en Valdespino de Somoza y digno de mencionar, son sus amables gentes. Por San Gregorio, Santa María Magdalena, San Isidro Labrador, San Marcos, La Virgen de las Nieves o cuando cuadra alguna celebración propicia, merece la pena acercarse para participar de una animada partida de bolos, unas buenas jotas con zapatetas y rejijidos, por supuesto,… y, rematar con un excelente convite.


Para los que prefieran un suave paseo por la naturaleza, ofrece Valdespino lugares sobrados: Prao Ponilla, el Sardonal, Prao Redondo, Fuentecina, Trasdeportillo, Fuente Salguero, el Castrico, el Fueyo, los Valleos,… Para caminar entre arboledas, se prestan Val de Ropeiro, Monredondo, Valdepeñas, Fumiyelamo, Valdefrades,… por citar algunos. Para aquellos otros que gusten del deporte más fuerte, tienen la opción de subir al Monte Redondo, al Rayuces, al Monte Misón o al Gurugú…


Alojamiento y un buen restaurante en el que degustar de las mejores recetas tradicionales de esta tierra, tampoco falta; así que ¡no hay excusa para no venir a Valdespino de Somoza!


Por esto y por otros motivos que solo cada uno puede descubrir por sí mismo, se considera, que Valdespino de Somoza, es uno de los pueblos tilenenses más bonitos y merece que, este año 2021, alcance este reconocimiento.

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